Las dos caras del estallido social en democracia

Las dos caras del estallido social en democracia

28 Octubre 2019

Condeno la violencia en todas sus formas, apoyo en gran parte las demandas sociales que se están haciendo. Pero no comparto la simpleza con la cual se está haciendo lectura de lo que está pasando y menos la liviandad con que el gobierno esta prometiendo “ofertones” de reformas sociales.

Macarena Carroza >
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Por mientras que las comunas más ricas del país comienzan a volver a la normalidad luego de esta semana en que se gatillo uno se los conflictos sociales más complejos que se hayan vivido en Chile durante la democracia, las comunas más pobres han quedado expuestas a una violencia sin precedentes, que es de toda responsabilidad detenerse a hacer una lectura, más allá de un diagnóstico simplificado por parte de las autoridades de gobierno, que definen este pillaje en nuestro comercio local, y edificios emblemáticos, como una simple u organizada delincuencia.

Lo que se puede ver desde la ciudad de Valparaíso es que no solo estamos frente a un estallido social de la clase media, la que marcha pacíficamente, la que tiene argumentos y educación para levantar propuestas e ideas. Todas demandas que están dentro de la lógica de un sistema: sueldos mínimos, condiciones laborales, afiliación a pensiones y a sistemas de salud, valores en los servicios básicos, opiniones políticas frente a la forma de gobierno y la constitución vigente y un largo etc. Que hemos visto y seguiremos viendo en discusiones por radio, tv y las iluminadas redes sociales.

Pero hay otro grupo, que abraza la violencia como bandera de lucha para manifestarse. El que no esta en el sistema, el que no tiene sueldo, vive al día, el que no este afiliado a nada, el que se cuelga de los servicios de otros, el que no tiene casa, baño, colegio para sus niños, esos chilenos y residentes en nuestro país, que no tienen nada, sólo tienen rabia y muy poca esperanza. Muchos de este grupo no están organizados para abordar una asamblea constituyente, no están marchando por derechos y deberes de una nueva sociedad. Muchos de ellos se encuentran saqueando, quemando y destruyendo. Y si el gobierno estima que toda esta violencia es simplemente o solamente delincuencia organizada, la miopía es tan extraordinaria, como para que sea el ímpetu de lo que acontece en nuestro país hoy.

Condeno la violencia en todas sus formas, apoyo en gran parte las demandas sociales que se están haciendo. Pero no comparto la simpleza con la cual se está haciendo lectura de lo que está pasando y menos la liviandad con que el gobierno esta prometiendo “ofertones” de reformas sociales.

Frente a una agenda postergada por 30 años no puede ser seria la pretensión y mucho menos la respuesta del gobierno en acceder a la presión de abordar una agenda social que impactará a un país entero, en días. Lo que esta sucediendo no son acuerdos sociales, son imposiciones para terminar con un conflicto.

Tampoco es serio tener a militares en las calles, restricciones de libertad, abusos a los derechos humanos y lo peor de todo, muertos y heridos. Lo que ya nos pesará para siempre en otro capitulo de nuestra historia reciente que creímos en vías de reparación.

Hay a mi juicio una improvisación inaceptable en todos los actores políticos y también en nosotros como ciudadanos, que debemos sabernos en democracia, donde el poder legislativo en Chile tiene una estructura bicameral, compuesta por el Senado y la Cámara de Diputados. El Congreso Nacional tiene entre sus principales objetivos: ejercer la representación de la ciudadanía, concurrir a la formación de las leyes conjuntamente con el presidente de la República y, en el caso de la Cámara de Diputados, fiscalizar los actos del Gobierno.

Aún si hemos perdido confianza en personas que ejercen esos roles, es desde ahí donde debemos golpear la mesa y exigir.

Estas condiciones y atributos del congreso no son pocas, es ahí donde tiene que emerger los acuerdos y exigir que dejen la mezquindad partidista y se pongan al servicio de las personas. 

Más que estar haciendo el trabajo de nuestros legisladores, debemos exigir que desde el congreso se plantee un plan de ruta para abordar la agenda social de Chile para los próximos años. Que no puede desatender el estallido social más violento, el que nace de la desigualdad más profunda de nuestro país, donde aún en 2019 solo en la quinta región, hay más de 30 mil personas en situación de campamento.

Sino entendemos esto, seremos siempre una elite que fracasa una y mil veces en el intento de entender ese Chile desigual de 17 millones personas en donde un gran porcentaje no solo llega a final del mes, sino que vive en situaciones de extrema pobreza. 

Hace una semana atrás, estábamos una agenda de país muy diferente, la que anhela la participación como sede de las próximas reuniones internacionales: COP25 y APEC 2019. Hoy estamos frente a una situación social y política que debemos mirar desde muchas perspectivas.

Exijamos a nuestro congreso lo que debe hacer. Y no olvidemos que como hemos llenado las calles con nuestras marchas, llenemos las urnas con nuestros votos. O quizás frente a las circunstancias, sea el caso de que sea obligatorio para todos los chilenos vayan a votar.