La importancia del respeto: El milagro de la existencia

La importancia del respeto: El milagro de la existencia

04 Agosto 2020

La naturaleza es tan perfecta, que estos palos muertos se convertirán en tierra, luego se llenará de flores y este bosque crecerá nuevamente. Se restaurará todo el sistema y seremos perdonados. Como si nada hubiese pasado, qué tal.

Álvaro Román >
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Como aquel día solamente habían anunciado tormentas eléctricas, y nada de vientos huracanados ni zombies, decidí darme una vuelta al campo a un lugar donde una vez hubo un bosque y hoy es una perfecta réplica de la batalla de las Ardenas: Trincheras, tocones de árboles muertos y millones de palos. Ya te hiciste una idea. Es bastante deprimente y desolador, pero como venía la tormenta y tiene altura, me pareció un excelente lugar para ir a arriesgar mi vida. 

En aquella cima de aquel despojo de cerro, contemplé el atracón de la ambición humana, su depredación y voracidad. Kilómetros de campo muerto, para satisfacer un demonio hambriento. Somos muy miserables como seres vivos, merecemos nalgadas. 

De todas maneras, terminé tolerando de nuevo a la humanidad, porque vivimos en una sociedad en la que es prácticamente imposible no ser consumidores de pinos por mucho que se intente, y donde yo mismo soy un consumidor de pinos. Así que calladito no más, decidí tragarme mis palabras y acercarme a saludar a un Boldito que aún vivía en ese holocausto forestal, para compartir su dolor. "Okei, vamos para allá, nos amarramos bien los bototos que viene el modo guerra y a saltar a las trincheras". 

Muy entretenido cuando no hay bombas, lo recomiendo. 

El boldito tenía grandes proporciones, ya era un caballero, y además, tenía una escalerita de palos que dejaron seguramente los leñadores quizá, para subirse a la copa a tomarse unas agüitas mientras avanza el sol. A mí me pareció lo más razonable. Entonces como yo traía mis hierbas y mi agüita, me subí también a mecerme en su follaje. "Qué perfecto estar aquí, tomando mi mate, solo que con esta masacre, dan ganas de pegarle un palo a alguien". 

Qué tristes que somos los humanos. 

Arriba del árbol y ya un poco aburrido de mirar el desastre, empecé a ponerle atención a lo pequeñito. Esas malezas de guerra que crecen hasta en la calle, se asoman como locas por debajo de los palos muertos. Si nadie las molesta, de aquí a 20 años, este cementerio será una pradera perfecta. Por supuesto que estará llena de pinos, pero estarán integrados en la naturaleza y parte de ella, porque ya no existe ninguna posibilidad de que volvamos a tener los bosques que describen los libros de historia. Ahora tenemos avellanas, nueces, hay unas manzanas muy ricas que también vienen de afuera. Cannabis también, bienvenida. Tantas especies amigas que se vinieron a vivir acá. Ya tuvieron niños, es lógico que se quedaron. Solamente no hay que traer nada más. 

La vida también va a brotar aquí, entremedio de los bosques de pino, porque la misma naturaleza los va a plantar. La Madre Tierra es una salvaje a la que no le importa nada. Ella TUM PA TA TUM, desde el centro del planeta, va bombeando sin detenerse, imparables oleadas de vida nueva. Con lo que haya se las arregla. Un poco de agua, ideal. Donde haya una gota, hay esperanza. Y justamente este planeta se llama Tierra, porque se le puso el nombre sin conocerla bien, por haberlo hecho antes de aprender a navegar. 

Con todo lo que la maltratamos, ella se recupera sola y nos sigue dando todo lo que realmente necesitamos. Puro amor incondicional.

La naturaleza es tan perfecta, que estos palos muertos se convertirán en tierra, luego se llenará de flores y este bosque crecerá nuevamente. Se restaurará todo el sistema y seremos perdonados. Como si nada hubiese pasado, qué tal. 

El problema es la falta de respeto. Tenemos el deber de superar la adolescencia y aprender a ser respetuosos con este milagro. 

Así, durante esta reflexión, arriba de mi nuevo amigo Boldo, se fueron las nubes, apareció el sol, luego se escondió y de la tormenta eléctrica, maní. No supe nada, y yo que me ilusioné. Me bajé del árbol, me fui para la casa. No me morí.