Opinión: Determinación y sustentabilidad ante el cambio climático

09 Diciembre 2014

Si no se actúa con responsabilidad y determinación, esto es el caldo de cultivo para la gestación de un sin número de desastres naturales y de posibles grandes daños ambientales que afectarán el diario vivir de las comunidades.

Andrés Gillmore >
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No hay duda que los efectos del cambio climático han llegado para quedarse en nuestra realidad, lo que hasta hace pocos años veíamos como una variable del futuro y distante en el tiempo, se transformó sin que nos diéramos cuenta en nuestro presente, que paulatinamente pero en forma constante ha empezado a generar problemas de toda índole a nivel planetario y local.

En el norte ya estamos sufriendo grandes sequias; en el sur se convive con inviernos poco lluviosos cuando deberían ser todo lo contrario en forma exponencial; en los territorios australes cada vez nieva menos; en el centro los veranos son interminables. Cuando falta poco para que termine este año 2014, los expertos climatológicos mundiales ya han vaticinado que este es el año más cálido desde que existen registros y se hace actividad empírica; el informe emitido por la Organización Mundial de Meteorología (ONM) indica que de enero a octubre de este año, la temperatura promedio del aire sobre la superficie terrestre y del mar fue superior en unos 0,57 centígrados, advirtiéndonos en forma científica que el cambio climático es una realidad y con el pasar de los años se agudizará.  

Ante esta realidad si no se actúa con responsabilidad y determinación, es el caldo de cultivo para la gestación de un sin número de desastres naturales y de posibles grandes daños ambientales que afectarán el diario vivir de las comunidades. A eso tenemos que sumarle lo que naturalmente es parte de nuestra realidad geográfica y territorial, al tener que convivir desde siempre con grandes terremotos, maremotos, erupciones volcánicas, aluviones, grandes nevazones en los territorios australes conocidos como terremotos blancos y grandes inundaciones cada cierto tiempo en el centro sur.

El riesgo inminente que nos acecha día a día en toda nuestra cotidianidad ante este nuevo escenario, nos obliga a ser extremadamente precavidos y cautelosos a la hora de evaluar y desarrollar proyectos de desarrollo en regiones, mejorando las evaluaciones, la calidad del diseño, la forma de construcción y su operabilidad misma posteriormente, para que cuenten con mayor resistencia, durabilidad, eficiencia y adaptabilidad ante el cambio climático y sean un verdadero aporte para el desarrollo regional y de acuerdo con las necesidades de la región intervenida; sin olvidar nuestra vulnerabilidad natural, proyectando un modelo que en la medida de lo posible permita contar con regiones autónomas en el más amplio sentido de la palabra.

El desafío que representa el cambio climático no es un tema menor en ningún sentido para nuestra sociedad, queramos o no, tenemos que sustentar un proceso de innovación tecnológica que nos ayude a enfrentar el problema como corresponde, con la capacidad de capacitarnos para darle un uso eficiente a las energías renovables no convencionales (ERNC) sustentando de manera eficiente la matriz energética, priorizando nuestras ventajas comparativas, posibilitándonos una matriz segura y competitiva, que no representen por añaduria sinónimo de destrucción ambiental y social como siempre suele ocurrir.

Se hace fundamental y estratégico que el diseño de las políticas públicas cuenten con la capacidad de evaluar la variable climatológica ante las dinámicas sociales, mejorando la competitividad de las estrategias regionales y por ende la calidad de vida de las comunidades, protegiendo el medio ambiente, armonizándolo con la variable social; entendiéndose que bajo el prisma actual de la realidad escénica, no puede existir justicia social si no va acompañada de justicia ambiental y por ello debemos proteger los cauces naturales, las riberas de los ríos, la flora y la fauna, el mar que tranquilo nos baña, los glaciares y la naturaleza en general, con criterios de sustentabilidad ambiental que interactúen socialmente en el desarrollo regional.

El modelo de desarrollo productivo que sustenta nuestra economía, depende en todo sentido que contemos con el agua suficiente para desarrollarlos; el cobre, el papel, la celulosa, la salmonicultura y la agroindustria, exigen el uso intensivo del agua, por lo tanto es un recurso que debemos proteger por sobre todas las cosas. Su protección debe ser un objetivo estratégico de sustentación de la matriz de desarrollo. Ante esa realidad debemos asegurar la oferta y el libre acceso al agua a todas las comunidades, sin avalar gubernamentalmente el uso malicioso del recurso por empresarios y transnacionales extranjeras que actúan de forma egoísta (por decirlo de una manera diplomática), garantizándonos así la conservación de los ecosistemas ante los posibles impactos que sufriremos por el cambio climático y la escases de agua que ya sufren nuestras comunidades en el norte.

Los glaciares ante esta realidad adquieren importancia vital en el proceso productivo y como tal deben ser protegidos; cuantificando la interacción de los glaciares con el clima y los proyectos de desarrollo en las zonas representativas, con una red de información científica independiente, para no caer en los típicos errores producidos por el uso indiscriminado del recurso, con obras de extracción minera que finalmente merman la capacidad de los glaciares y su proyección de vida, estableciendo estándares de uso que tomen en cuenta las variaciones naturales de los glaciares en sus procesos de acumulación, verificando los cambios de elevación y las variaciones específicas de los caudales de descarga, con estadísticas bien fundamentadas, que posibiliten anticiparse a los sucesos que pudiesen trastornar de manera irremediable y definitiva el proceso natural de vida la cuencas hidrográficas.

Ante esta realidad la disponibilidad de energía se transformó en un factor fundamental para el desarrollo y el crecimiento económico de las regiones y por ende del país. La aparición de la crisis energética desembocada por una incipiente crisis económica que podría ser de grandes proporciones ante la fragilidad de la matriz productiva. Si además le sumamos la judicialización de algunos  de los proyectos energéticos más emblemáticos, (por no haberse contado con adecuados estudios de impactos ambientales que dieran fe de la factibilidad del proyecto), obligan a utilizar eficazmente la energía y proyectarnos de acuerdo con nuestras propias ventajas comparativas, haciendo un uso responsable y sobre todo como producimos energía, considerando que somos un país de gran proyección en ERNC, nos obliga a que este formato sea parte fundamental de la sostenibilidad que debemos buscar ante la proyección presente-futura del modelo de desarrollo de la matriz energética; ante una realidad que nos dice que los recursos naturales explotables en la actualidad son muy limitados, ante una actividad económica que en la actualidad no es sustentable en el tiempo por si misma.

La adaptación de los modelos de desarrollo ante el cambio climático, representan una simples necesidad de sobrevivencia, si se quiere proyección ante un proceso que de ninguna manera puede ser efectivo, si no contamos con el compromiso consciente de la problemática de la sociedad como un todo, que permitan adaptarnos y crear visualizaciones con antecedencia ante los posibles impactos en el medio natural, social, geográfico y territorial, que nos permitan resolver los problemas antes y no después, reconociendo nuestra vulnerabilidad institucional, política, cultural, social y biofísica, para que de esa manera podamos ver el futuro con sustentabilidad y determinación.