Estudiante de Cine, detenido en manifestaciones, reclama por abuso de Carabineros

Estudiante de Cine, detenido en manifestaciones, reclama por abuso de Carabineros

20 Mayo 2011

En Chile la policía abusa muchas veces de su poder; arroja gas lacrimógeno en forma indiscriminada y detiene a personas aunque nada hayan hecho, y nadie les ofrece una disculpa ni reparación.

Enrique Fernández >
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Pablo Ruiz tiene 24 años de edad, 8 de los cuales vivió en Estados Unidos junto a su familia, donde estudió y trabajó. Es un joven delgado, pelo claro, algo tímido y estudia cine en una universidad en Santiago. La semana recién pasada, y pensando en un trabajo que debía entregar, tomó su cámara y partió al centro a grabar imágenes de las manifestaciones, sin jamás pensar que esa decisión lo llevaría a una celda y, al día siguiente, al Centro de Justicia, donde fue inculpado de “provocar graves desórdenes públicos”.

Su relato, a ratos cargado de rabia e impotencia, es similar al de muchas otras personas que resultaron detenidas por efectivos policiales de fuerzas especiales, quienes se dedicaron a contaminar el aire capitalino con bombas lacrimógenas, el mismo día en que la autoridad decretaba preemergencia ambiental.

Pablo señala que “yo no soy de las personas que suele ir a las marchas por muchos motivos, y uno de ellos son los “pacos”; simplemente siento que no hacen bien su trabajo y la mayoría de las veces que he pedido ayuda en vez de ayudarme me han creado más problemas y me han hecho sentir como que todo anda mal, un pesimismo tremendo. En las comisarías te tramitan más que en el Registro Civil, pues desde que salí libre del Tribunal, para recuperar mi carnet, tenía que pegarme el pique desde el Centro de Justicia,  ubicado cerca del Metro Rondizzoni, hasta la Tercera Comisaría, que queda en Santiago Centro”.

“El día de la marcha contra la instalación de represas en la Patagonia fue un día esperado para mí, ya que tenía que entregar una tarea para mi clase de realización cinematográfica, y mi plan era documentar la marcha y todo lo que pasaba ese día en La Moneda y sus alrededores, para después, el fin de semana, editar todo el material y poder entregar mi trabajo el lunes 16. Logré documentar hasta que carabineros empezaron a meter los guanacos y tirar agua pa que la gente se fuera del lugar. Ahí comenzaron a meterse cada vez más policías lanzando lacrimógenas. Mientras otros manifestantes hacían mierda un banco y otros arrancaban, yo comencé a correr para huir del gas ese que me impedía respirar, aparte que si me quedaba grabando me sacaban la mierda. Me puse a correr y correr sin rumbo, sólo tratando de huir del lugar donde se protagonizaban escaramuzas. El aire era irrespirable. Llegué cerca de plaza Almagro y corrí por otras calles pero habían zorrillos por todas partes tirando más y más lacrimógenas. En un momento me tuve que agachar a tomar aire hasta que me paro y veo a un carabinero corriendo hacia mí con una lacrimógena en la mano que parecia granada. Yo levanté mis manos y le dije que no había hecho nada, que andaba grabando y que no me podía llevar detenido. El me agarró del cuello y me presionó fuerte con la mano. Me llevó a la camioneta y ahi me tomó otro paco que me torció el brazo y me subió. Habían 4 personas más adentro; después de eso siguieron manejando como por 45 minutos hasta que detuvieron a otra persona, de nombre Oscar. Lo raro es que mientras nos llevaban a la comisaría, el auto paró y le dijeron al cabro que se bajara y le  mostraron a un oficial un ladrillo que ellos mismo tenían y le dijeron que estaba en su bolso. Creo que una de las niñas que estaba con nosotros en la camioneta lo grabó con un celular”, dijo.

El joven añadió que “al final llegamos a la Tercera comisaría, a un galpón, donde llegaban todos los detenidos y ahí había un procedimiento eterno donde nos preguntaron los datos varias veces. Mientras esperábamos en una fila, Oscar y yo tratamos de identificar al carabinero que le había pegado combos en la guata. Ese policía se acercó a nosotros y nos preguntó porqué lo apuntábamos; después de eso se puso a conversar con los otros pacos que nos agarraron y más tarde nos dijeron que nos sacamos el número premiado, ya que el fiscal había decidido que nosotros pasábamos toda la noche en el calabozo. ¡Fuimos los únicos dos entre aproximadamente 100 personas detenidas. Yo traté de preguntar varias veces el porqué de nuestra detención y nos dijeron que era por  desórden público. Todos me respondían lo mismo, que era la fiscal la que había decidido eso; que no dependía de ellos.

Pablo añade que la noche que debió permanecer detenido en una celda apenas pudo dormir, pues “estaba tan cansado ya que mi estadía en la “suite-calabozo” por aproximadamente 16 horas me había dejado raja porque no logré dormir. ¡Si ni frazada había disponible, ya que las que habían, segun los carabineros, estaban ocupadas”.

Aquella noche, de acuerdo a la narración del estudiante, “los que estaban de turno parecían haber armado una fiesta, esuchando la radio y jugando al qué sé yo, igual como cuando los vecinos no te dejan dormir porque meten mucha bulla. parecían niñitos hiper ventilados jugando a los empujones; se arrancaban los unos de los otros como jugando a la pinta, vociferando y riendo, con bromas que duraron toda la noche”.

Aún preguntándose quién responde por esa detención ilegal, Pablo agrega que “fui el día después a la comisaría con mi mujer, el domingo en la tarde. Mi carnét no estaba y me dijeron que tenia que preguntarle al funcionario que me había trasladado al Centro de Justicia el día anterior, porque ellos no habían recibido nada; así es que me hicieron escribir el nombre para preguntarle yo personalmente el día después. Todavía no tengo mi cédula en mano.

En definitiva, tanto el estudiante de cine así como su compañero de penurias…y de celda, Óscar, debieron esperar en el calabozo desde las 23.30 hasta las 14.30 horas del día siguiente, para después ser trasladados al Centro de Justicia y entregados a Gendarmería, ocasión en que eran esperados por el abogado de Derechos Humanos Rubén Jerez, quien obtuvo su libertad inmediata.

La moraleja del caso, según Pablo, es que en Chile la policía abusa muchas veces de su poder; arroja gas lacrimógeno en forma indiscriminada y detiene a personas aunque nada hayan hecho, y nadie les ofrece una disculpa ni reparación, lo que habla muy mal de las prácticas policiales y la decisiones que adopta el ministerio del Interior.