El 10% y las prioridades de Chile

El 10% y las prioridades de Chile

16 Noviembre 2020

Para la opinión pública el debate apareció recubierto de chimuchina política, pero, en los hechos, fue pura nobleza. Los parlamentarios, desde la derecha a la izquierda, argumentaron que votaron a favor por sensibilidad con las necesidades populares.

José Sanfuentes >
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La mayoría de las personas que vieron el espectáculo parlamentario respecto al debate del retiro del segundo 10%, tomaron atención a las altisonancias que se plantearon. La derecha sostuvo que el gobierno les traicionó; la izquierda, que ahora van por el ministro Briones. Son las consecuencias de estar protagonizando y observando la refriega en medio de los árboles que invisibilizan el bosque. No hace falta más que alzar la mirada y darse cuenta que esos más de dos tercios de parlamentarios que votaron a favor, sin saberlo, estaban alcanzando un gran acuerdo nacional en torno a una de las prioridades urgentes de la sociedad chilena: afrontar la pandemia y facilitar la sobrevivencia de quienes sufren hoy o ven amagado su futuro. 

Para la opinión pública el debate apareció recubierto de chimuchina política, pero, en los hechos, fue pura nobleza. Los parlamentarios, desde la derecha a la izquierda, argumentaron que votaron a favor por sensibilidad con las necesidades populares. Un gesto de unidad nacional que –estamos seguros- arrastrará incluso a los que por inercia política votaron en contra. 

El pueblo se puso con treinta y cinco mil millones de dólares si consideramos el primer retiro de sus ahorros para la vejez y el segundo que está por concretarse. ¿Cuánto más van a poner solidariamente el gobierno, las grandes fortunas, todos los que pueden contribuir desde un peso hasta miles de millones? Porque el esfuerzo para afrontar la pandemia y sus consecuencias tiene que ser ya, y ser grande, como no lo hemos hecho hasta ahora.

Eso enfrentamos hoy en Chile y es lo que debe unirnos en estos tiempos aciagos. No podemos seguir impávidos, mirar en la TV -sin conmovernos- la lectura diaria de muertes de compatriotas en los informes del Minsal. O la vida miserable de dos millones de cesantes que, obligados a llevar pan a la casa, salen cada día al encuentro con la peste y sus consecuencias. O el destino de los quienes ven arruinado el esfuerzo de su vida, cierran sus empresas, y les duele decepcionar a los suyos y no poder cobijar a sus colaboradores. O instituciones variadas, entre ellas las de la educación, que desesperan por sentirse abandonadas a su suerte. Familias, instituciones y empresas que no son culpables de la pandemia y que ven a la elite sin una reacción enérgica ante estos tan básicos dolores.

Parece manido, pero sí, hoy reclamamos unidad nacional para enfrentar -gobernados y gobernantes- a la peste y parar el sufrimiento, las muertes y los contagios. Unidad nacional y todos los sacrificios que haya que realizar para salvar la vida e impedir que se derrumbe el andamiaje nacional –familiar, social, económico e institucional- base de cualquier venidera prosperidad, de futuro con justicia social y libertad. Voluntad también, de desarmar los espíritus y realizar un gesto compasivo hacia la juventud, sean luchadores sociales o policías (que no hayan cometido delitos graves), que se han visto envueltos en la violencia irracional de las reyertas sociales –exacerbadas por la confrontación política- y ven afectados su presente y futuro.

Unidad nacional para garantizar que nuestras diferencias – y vaya que las tenemos y profundas- se diriman en un espacio civilizado, donde dibujemos un país en que quepamos todas y todos, en el compromiso con la democracia y los derechos humanos como condición esencial de la convivencia. Estas son las tres prioridades del necesario esfuerzo político del que nadie puede sentirse excluido:

1) superar la pandemia, es decir, comprometer una movilización social e institucional masiva que cuide a los infectados, les cree buenas condiciones sanitarias y económicas para su recuperación y se les aísle para evitar el contagio a su alrededor; y un trabajo serio de trazabilidad, con uso de tecnologías modernas, para acotar la expansión de la pandemia.

2) salvar las familias, las instituciones y las empresas, es decir, generar los recursos que sean necesarios – incluido el uso de ahorros nacionales, de endeudamiento e impuestos transitorios- para desplegar un plan de apoyo real en proporción a la magnitud de la ayuda que requieren hoy, con urgencia, todos los estamentos de la sociedad.

3) garantizar el cometido exitoso del diálogo constituyente y las elecciones que se avecinan en 2021, es decir, actuar con responsabilidad –deponiendo el espíritu del enfrentamiento fratricida- ante la probable segunda ola de la pandemia y el ahondamiento de la crisis social y política que se advierten. Dada la indolencia de la dirigencia nacional de tomar medidas drásticas y masivas para enfrentarlas se puede agudizar el clima de intolerancia (“ellos o nosotros”) y es preciso asegurar que el trabajo constituyente y los eventos electorales se realizarán sin postergaciones y que predominará el cauce civilizado y democrático para dirimir entre las distintas visiones sobre el futuro del país.

Si bien el compromiso político de independientes y de dirigentes sociales son bienvenidos -en estos tiempos de quiebre histórico se requiere sumar a muchos y muchas- son los partidos políticos quienes tienen la principal responsabilidad y las capacidades para aportar de manera decisiva en la conducción del país, para salir del empantamiento que se observa. Voces relevantes de la centroizquierda, como Manuel Riesco, VicePresidente de CENDA y los diputados Mirosevic, Díaz y Vidal del Frente Amplio han declarado su compromiso en la búsqueda de la unidad en la acción. El país está cansado de la reyerta estéril que no considera prioritario el sufrimiento y la desesperanza que ha traído la pandemia. El pueblo espera mayor empatía y altura de miras de todos sus dirigentes para dar el paso ahora a una gobernanza de unidad nacional ante la crisis.