Chile: En manos de todos

03 Noviembre 2020

Ricardo Lagos destaca, además, que pese a la adversidad de la pandemia, los cimientos de la democracia continúan activos en Latinoamérica, resistiendo la presión de rancias estructuras oligárquico-conservadoras y germinando una renovada voluntad de diálogo permanente.

Zamir Resk Facco >
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Este sábado el ex Presidente Ricardo Lagos escribió una interesante columna titulada “Democracia con más participación, la nueva hoja de ruta” en la que a grandes rasgos expone un paralelismo entre el resultado de las recientes elecciones presidenciales en Bolivia con el triunfo del Apruebo en Chile, señalando ambos procesos como cabales triunfos de la democracia, impulsados desde las bases y en los que la juventud (especialmente en el caso de Chile) fue un importante fermento a la hora de plasmar en la agenda las demandas sociales del siglo XXI, además de unos agentes de participación activa durante la primera etapa del plebiscito.

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Lagos destaca además que pese a la adversidad de la pandemia, los cimientos de la democracia continúan activos en Latinoamérica, resistiendo la presión de rancias estructuras oligárquico-conservadoras y germinando una renovada voluntad de diálogo permanente entre presidentes de la región, políticos, académicos y sociedad civil, que hacen uso habitual de plataformas virtuales como Zoom. Para el ex Presidente de la República, serán precisamente las herramientas digitales las que democraticen aún más el proceso constituyente, facilitando el diálogo transversal y horizontal, junto con canalizar las demandas ciudadanas a los constituyentes. Lagos desliza además su inquietud de que con independencia de la gestación de una nueva Constitución, el Estado debe preocuparse por reactivar la economía.

Objetivamente, es imposible no es estar de acuerdo con cada punto que formula el ex Presidente a lo largo de los 6 o 7 párrafos que se extiende su deliberación y muy particularmente con su preocupación por el devenir de la economía. No es preciso insistir en que somos un país más pobre y vulnerable desde el inicio de las cuarentenas hace ya varios meses y con anterioridad, considerando el estallido social que paralizó al país hace exactamente un año. Las calles chilenas se pronunciaron por una nueva constitución y un Estado más social, que cubra las demandas por una mejor salud pública, una educación superior más asequible, un sistema de pensiones en forma, mayor protección frente a externalidades ambientales, entre otros, sin embargo el costo de dichas transformaciones lo desconocemos, como también desconocemos a partir de qué mecanismos lograremos conjugar las crecientes garantías de una nueva Constitución Política con la responsabilidad fiscal.

En este último punto es preciso no perderse, pues si hay algo destacable en Chile es precisamente su relativa sanidad fiscal, que se expresa en un bajo déficit, una balanza de pagos equilibrada y una deuda externa que pese a haber escalado algunas decenas de millones de dólares en los últimos años, aún se mantiene en niveles maniobrables. La transición hacia un Estado social (más grande, complejo y oneroso) requerirá evidentemente de una mayor tributación, la que simplemente no logrará materializarse en las condiciones en las que se encuentra sumido el país al día de hoy, con un 13% de cesantía, PYMES en el umbral de la sobrevivencia y un gran empresariado al que sería injusto exigirles que se hagan cargo de toda la gabela, aunque por otro lado tampoco manifiestan una actitud muy contributiva, en especial si tomamos en cuenta las recientes declaraciones de Juan Sutil.

Para muchos no es fácil hacerse a la idea de que para consolidar un Estado más social, es preciso que todos tributemos más y que el ideal de un Estado de Bienestar demanda una mayor solidaridad. Hay quienes ya formulan que el gobierno de turno y los que sigan deberán endeudarse para lograr dicho propósito, y con ellos sólo puedo estar en desacuerdo, puesto que la condición de deuda (tanto a nivel de individuos, como de empresas y del Estado) equivale a colocarse una soga al cuello; disponerse a condición de esclavitud en el sistema financiero internacional y a los dictámenes del Fondo Monetario Internacional, organismo que en resumidas cuentas mantiene en pobreza y dependencia a los países subdesarrollados. Mucho más aterrizada es la exhortación del ex Presidente: reactivar la economía para dar respuesta a las demandas de la nueva Constitución Política.

Para finalizar, remarco las palabras de cierre de la columna: “lo nuevo, por cierto, se hace también mirando la historia y asumiendo tantos esfuerzos y luchas por llegar a este momento. Las voces del pasado y del presente deben converger para construir desde la experiencia un mejor futuro democrático. Por ello, es inaceptable excluir a aquellos que en el pasado lucharon para llegar a este momento donde se construirá un nuevo orden institucional”. Es vital recordar que en un proceso constituyente no hay ganadores ni perdedores, el nuevo Chile lo construiremos entre todos y para ello es preciso sentar en la mesa a buenos constituyentes que representen la diversidad de intereses de la sociedad civil, desde el mundo de la gran empresa, las PYME, obreros, gremios, académicos, juristas, docentes, especialistas en medio ambiente, funcionarios de la salud, representantes de los pueblos indígenas y de los colectivos inmigrantes, personas con capacidades diferentes, entre muchos otros y evitar así que se convierta en un memorando de los partidos políticos. Chile somos todos.

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