Eutanasia: La muerte entre el paternalismo y la autonomía

29 Enero 2021
Victor Manuel C... >
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En la mitología griega, el dios Apolo concedió el don de la mortalidad al Centauro Quirón quien sufrió una herida incurable en una batalla con otros centauros. Esta muerte fue percibida por Centauro Quirón como una bendición divina que vino a cesar su sufrimiento.

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En un mundo alejado de los dioses y frente a una enfermedad terminal o condición de salud grave e irreversible, probablemente muchos mortales desearíamos apresurar la mortalidad, sin considerarlo necesariamente como don divino –según nuestras creencias- sino como un reconocimiento de nuestra propia dignidad. Este valor, permite amparar el derecho a una partida rápida, sin dolor, rodeado de nuestros seres queridos y en un lugar que cause comodidad y placer espiritual.

Lo anterior, sin embargo, resulta problemático desde perspectivas bioéticas, legales y políticas cuando la decisión de morir ya no está en manos del Estado sino del enfermo terminal competente. Más aún, cuando la decisión viene aparejada de una potestad que se atribuye a otro ser humano -el médico- para terminar con esa vida tentada por la muerte. De eso se trata el problema de la eutanasia.

En el contexto internacional, algunas legislaciones como Holanda, Bélgica, Luxemburgo y Colombia han abordado este dilema, privilegiando la voluntad del paciente. Por el contrario, es el Estado quien decide que la vida debe ser protegida incluso contra la voluntad de su titular, es decir, intenta “proteger” a un paciente competente, resguardándolo de sus propias decisiones y amparando un bien -la vida- que ese mismo paciente no sólo no acepta, sino que rechaza. Este es un paternalismo duro que se evidencia, entre otros, en el artículo 14 de la denominada Ley de Derechos y Deberes del Paciente, en cuanto dispone que “en ningún caso el rechazo a tratamientos podrá tener como objetivo la aceleración artificial de la muerte, la realización de prácticas eutanásicas o el auxilio al suicidio”.

Pero el contexto puede cambiar. Actualmente se radica en la Comisión de Salud de la Cámara de Diputadas y Diputados el proyecto de ley sobre muerte digna y cuidados paliativos que contempla el derecho a la eutanasia para aquellos pacientes diagnosticados de una enfermedad terminal o que padecen una dolencia incurable. Este proyecto genera el contexto adecuado para que el debate sobre la eutanasia se centre en el respeto real de la autonomía del paciente como una manifestación de su dignidad.

En efecto, la dignidad, como valor intrínseco en todo ser humano, implica identificarlo como un ser dotado de inteligencia y libertad que le permite autogobernarse en la toma de sus decisiones. Desde ahí que las decisiones razonadas y libres de los pacientes autónomos no son sino una manifestación de esa dignidad, incluso si optan por la muerte al juzgar que su vida ha dejado de ser vivible. Despenalizar la eutanasia implica, por tanto, respetar la dignidad del paciente en cuanto persona humana, robusteciendo jurídicamente el reconocimiento de su autonomía y su libertad de decisión en relación a su salud y su vida, superando así el paternalismo duro del Estado que actualmente impone el “deber” de soportar una mala muerte o muerte indigna.

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