La pregunta por el régimen político

La pregunta por el régimen político

18 Mayo 2021
El proceso que se inicia con la elección de los constituyentes abre la oportunidad de incorporar en la nueva Carta Magna el amplio abanico de preocupaciones que la ciudadanía ha levantado durante los últimos años.
Daniel Carrillo... >
authenticated user Corresponsal Corresponsal Invitado
Lectura, Crítica Literaria, Política. Foto: Agencia Uno/Huawei

Los temas que más parecen repetirse van desde la educación, la salud y las pensiones, hasta el medio ambiente, la descentralización y la pluriculturalidad.

Sin embargo, también está abierta la puerta para incorporar cambios, cosméticos o incluso radicales, al modelo presidencial, un punto quizás no tan cercano a las demandas ciudadanas, pero de gran actualidad hoy, cuando las democracias a nivel global sufren turbulencias. A eso apunta el intelectual liberal Arturo Fontaine en La pregunta por el régimen político, un ensayo que recorre la historia moderna de los sistemas políticos, centrada principalmente en el desarrollo del parlamentarismo y el presidencialismo. Esta revisión se entrecruza con un interesante análisis desde las ciencias políticas y el derecho, y una pincelada a cómo se observa esta discusión a nivel internacional, revisando también el panorama presente de los países emblemáticos para cada uno de los regímenes revisados. 

Fontaine, académico y escritor, abre el libro destacando la calidad de “irredimible” que había demostrado tener el problema de la legitimidad de la Constitución del 80, y también reconociendo que durante muchos años fue partidario del parlamentarismo. Esto, persuadido por convincentes argumentos y unas “ganas liberales”, que asegura aún mantener.

Si bien existen diversos grados de “pureza” entre los diversos modelos, el autor explica que en el régimen presidencialista el gobernante es elegido por votación popular nacional y la nominación y permanencia de los ministros de su gabinete depende su exclusiva confianza. 

En el parlamentarismo, en cambio, el Jefe de Gobierno (Primer Ministro) emerge de la mayoría de los escaños en el Parlamento y se mantiene en el cargo mientras la mayoría parlamentaria no lo destituya a través de un voto de censura. Sin embargo, este gobernante tiene la atribución de disolver el Parlamento. A su vez, existe un Jefe de Estado, que es el Rey o Reina en países como Reino Unido, Dinamarca o España, de carácter vitalicio y hereditario. En Alemania, es el Presidente, quien es elegido por los parlamentarios.

En cuanto al semipresidencialismo, se puede describir básicamente como un régimen en donde el Presidente se elige por votación popular, pero el Primer Ministro y su gabinete deben ser de la confianza del Parlamento. 

Un punto llamativo que Fontaine pone sobre la mesa es que en el parlamentarismo un Primer Ministro tiene mayor poder que un Presidente bajo el presidencialismo. 

Aterrizando esto a la realidad nacional, el autor plantea que el país –a contrapelo de lo que dice la mayoría de los libros de historia- nunca tuvo un parlamentarismo en sentido estricto, sino que más bien un semipresidencialismo con atribuciones presidenciales no muy claras. 

Desde una perspectiva contemporánea, Fontaine sostiene que el parlamentarismo en Chile presenta una dificultad insalvable, al requerir que los ciudadanos renuncien al derecho a elegir a su gobernante y transfieran este poder a los parlamentarios, algo que iría contra la mentalidad y la cultura política chilena. A ello se suma, entre otros puntos, la propia evolución del sistema de partidos en el país y también la posibilidad de que en el régimen parlamentario existan largos periodos de parálisis gubernamental, debido a las demoras en las negociaciones para formar gobierno.

Echando mano a Giovanni Sartori, en su visión de las condiciones que se deberían dar para adoptar un semipresidencialismo de forma exitosa, el libro destaca tres puntos clave: pocos partidos relevantes, baja polarización y fuerte disciplina partidista. ¿La política chilena presenta esas condiciones? “Esa sigue siendo la pregunta”, puntualiza el autor, concluyendo que no es conveniente un cambio en el régimen político, pero sí su perfeccionamiento.