Cartas a un extraño: Algún día

02 Diciembre 2020

Me comencé a preguntar ¿Cuántas veces me prometí a mí mismo que tendría algo y pude lograrlo? Cuántas veces dije “algún día” y ese día llegó sin que me diera cuenta. Reflexioné sobre como el tiempo nos cambiaba la perspectiva.

Carlos Castillo Díaz >
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Mientras organizaba mi horario laboral y personal debido al teletrabajo, pasé de estar escribiendo y respondiendo correos a levantar mi taza de té, para lavarla y comenzar a hacer el almuerzo. Decidí colocar música en el reproductor del notebook, mientras arreglaba todo para cocinar.

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Fue en eso que no me gustó la canción que salió, así que sequé mis manos con un paño de cocina y la cambié. Al ver como el nuevo tema cambió la imagen que proyectaba el reproductor, me trasladé al pasado, a la pieza que arrendaba cuando era un universitario, al computador de mis primos que era tan grande como un televisor antiguo, al momento en que, cambiando de música, observé la misma imagen, diciéndome a mí mismo: “algún día…”

Hace unos 10 años atrás, tener un computador era más un lujo que una necesidad. Recuerdo que aún existía Messenger, poco a poco comenzaban las redes sociales a tener peso, Fotolog comenzaba a declinar para dar paso a Instagram, mientras que Facebook no hacía más que crecer. Había un “ciber” en cada población debido a la alta demanda de su uso, y solo los celulares más caros estaban incorporando la nueva tecnología, entre otras cosas.

Al ser un privilegio tener un computador y un buen acceso a internet en una casa, mis primos con un trabajo más estable decidieron comprar uno, justo en el tiempo que nuestras generaciones coincidieron en la universidad, así mismo, mis amigos comenzaron a comprar sus primeros notebooks. Mi familia no tenía los recursos para costearme algo así, por lo mismo observaba y los usaba de manera “prestada”. Me dije a mí mismo que algún día tendría uno, que miraría por siempre el reproductor de música y sus efectos que me parecían fascinantes en aquél entonces y que nunca me cansaría de ello.

Volviendo al presente, observaba que se trataba de mi segundo notebook, tenía unas pocas semanas, ya que debí invertir en uno nuevo, no solo porque el anterior estaba a pasos de convertirse en una bomba que explotaría en cualquier momento, sino que, debido a mi trabajo como profesor, no podía darme el lujo de no estar conectado.

Me comencé a preguntar ¿Cuántas veces me prometí a mí mismo que tendría algo y pude lograrlo? Cuántas veces dije “algún día” y ese día llegó sin que me diera cuenta. Reflexioné sobre como el tiempo nos cambiaba la perspectiva. Recordé las veces que confié demasiado en personas creyendo que responderían de la misma manera, pero no lo hicieron y cómo a quienes poco había dado de mí, me correspondieron con creces. Como la lealtad cambiaba de bando y de una manera tan fugaz que me hizo entender que la confianza “es un arma de doble filo”. Como, lo que ayer era amor se había transformado en odio u olvido, de la misma manera el interés se había transformado en indiferencia e incluso como lo que yo llamé casualidad, se transformó en destino.

Siempre trato de enseñar a mis estudiantes que la edad tiene un peso, que el tiempo forman a la experiencia y, aunque no todas las personas saben sacar el provecho del pasar de los años, podemos asegurar que no somos los mismos de ayer, ni si quiera podemos decir en lo que nos convertiremos mañana. Que si hacemos el ejercicio de pensar quienes éramos hace un año, nos sorprenderíamos de lo que dejamos atrás, de lo que mantenemos, de lo que ridículamente nos aferrábamos a algo y hoy está superado. Incluso querido lector, si te hago pensar más allá, la pandemia dentro de todos sus efectos nos mostró eso y nos moldeó hasta tal punto, que debemos hablar de una nueva normalidad.

Entre todos los pensamientos fugaces que tuve en ese momento, decidí quedarme mirando el reproductor y escuchar la música, en honor al Carlos del pasado, en honor a ese estudiante que soñó con ese momento, porque por el pasado no podemos hacer nada, nada más que aprender de él y valorarlo, como leí por ahí, el pasado es una historia que decidimos contarnos.

Fue luego de un periodo de paz, que otro sentimiento me inundó, una ambición única que terminó por esbozar una media sonrisa y preguntarme: ¿Qué nuevas promesas debería soñar?

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