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Repechaje Olímpico: Historia que exige cambios

15 Abril 2021
La comparativa con el fútbol masculino no busca ser odiosa, sino que más bien contrastar los discursos que en el último tiempo han intentado privar el desarrollo del fútbol femenino en igualdad de condiciones.
Francisco Herrera >
authenticated user Corresponsal Corresponsal Invitado

La selección de futbol femenino adulto logró un objetivo esquivo hace muchos años para las disciplinas deportivas grupales en Chile, clasificar a los Juegos Olímpicos.

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El hecho, por lo demás histórico, vuelve a poner en la palestra la discusión en torno a los desarrollos deportivos en el país, pues a pesar de contar con escaso apoyo por quienes hoy dominan la orgánica futbolística, se logró trabajar de forma profesional y concretar dos hechos que en los mismos años para el fútbol masculino ha estado esquivo, la clasificación a un mundial y Tokio 2020.

La comparativa con el fútbol masculino no busca ser odiosa, sino que más bien contrastar los discursos que en el último tiempo han intentado privar el desarrollo del fútbol femenino en igualdad de condiciones. Desde la promulgación de la Ley 20.019, irremediablemente el fútbol ha virado a una lógica mercantil cada vez más odiosa, en el sentido de que las grandes promesas derivadas de esta implementación legal, no se han concretado, más allá de un par de bálsamos que han permitido acallar críticas.

¿Por qué desarrollar el fútbol femenino?

No es rentable, no genera tanta adhesión como el masculino o simplemente no me resulta atractivo. Opiniones de esta índole son comunes de encontrar como justificación a la permanente segunda línea con que las Sociedades Anónimas Deportivas y Profesionales han abordado la temática del fútbol femenino, razón por la cual no es raro encontrar variadas y constantes voces disidentes a este tipo de lógica organizativa dentro de las seleccionadas de fútbol femenino. Por lo demás, grandes problemáticas que han sido evidenciadas por las futbolistas, terminando siendo los grandes bemoles de la precarización deportiva y laboral que se vive en Chile.

El discurso identitario deportivo construido en torno a la selección de fútbol adulta masculina, ha mermado la opción de desarrollo deportivo en el país, evitando que se entienda el deporte más allá que un producto de consumo que parece resultarle cómodo a unos pocos, justamente los que más se benefician de él. Es cosa de poner atención en donde están las voluntades de la actual ministra de la cartera, vigilar el cumplimiento de los protocolos del fútbol de profesional masculino. ¿Algún plan para la reactivación deportiva paulatina de otras ramas, talleres o escuelas? No hemos escuchado nada.

Los logros conseguidos por el fútbol femenino invitan a una revisión profunda de las bases actuales que delinean el desarrollo deportivo en Chile. ¿Será real ese discurso de que sólo el mercado será capaz de propiciar la formación y el éxito de futuros deportistas? ¿Por qué están tan abandonas las diferentes disciplinas deportivas que se practican en el país? ¿Qué lugar tienen en los desarrollos deportivos los deportes adaptados? ¿Qué garantías se plantean para el desarrollo de carreras deportivas en el país? ¿Debería ser incluido el deporte como un derecho fundamental dentro de la nueva Constitución?

Logros más, logros menos, no sacamos nada con subirnos al carro de la victoria, si es que estos procesos no servirán como detonante de cuestionamiento y discusión para las formas en las cuales hemos querido delinear un espacio que obliga al constante sacrificio y no al goce de su perfeccionamiento.

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