La revolución electrónica de Burroughs y el manejo de medios

“Liberar al virus contenido en la palabra podría ser más peligroso que liberar la energía del átomo.
Porque todo el odio todo el dolor todo el miedo toda la lujuria están contenidos en la palabra.”

W. Burroughs

Me cargan esos académicos que al estudiar la literatura y la filosofía, le achacan a las drogas delirios que exponen como incomprensibles. Podemos estar de acuerdo en que en ciertas ocasiones, sí, a algunos narcotizados les patina el coco, pero no se puede negar que a muchos visionarios la ayudita de la sustancia química o natural los hizo mirar más lejos, o acercarse a sus conclusiones por caminos intrépidos –los que algunos lúcidos académicos hacen ver como impertinentes-.

Acabo de leer un ensayo en una revista de filosofía que culpa a la heroína del primer capítulo de este extraño libro de William Burroughs. Sea o no esa mujer heróica la causante, el primer capítulo es el más cautivador –y aquí está en PDF para que no se lo pierda nadie-.

La revolución electrónica es una serie de ensayos en los que el Sr. Burroughs concluye sus estudios sobre la gran Revolución Electrónica de su época (1970): los grabadores y reproductores de audio y video. Volvamos al primer capítulo: una teoría loca y magistral. Se plantea que el lenguaje es un virus, de esos mismos que nos contagiamos cuando estornudamos; un virus tan asimilado en el huésped, nosostros, que ya es irreconocible. Se nos cuenta la historia de la evolución, cuando ese virus atacó al mono, y que los machos fueron afectados con intensidad por su masa muscular, que fueron estrangulados y cayeron víctimas de un ímpetu sexual por insitinto de sobrevivencia. Las hembras no sufrieron la fractura de sus esófagos, pero sí pudieron dar a luz a ese niño que ya venía mutado genéticamente: el virus los deformó hasta lograr una garganta capaz de hablar.

Luego de esa gran introducción, viene La Revolución Electrónica. Conclusiones de cómo William Burroughs se fue dando cuenta de que grabar algo o a alguien y exponerlo publicamente se puede convertir en un arma. El gran ejemplo de Nixon y el caso Watergate, donde la CIA espíaba gente y las grababa. Es interesante, bien escrito, claro, pero podríamos decir que en el mundo de hoy, esa información queda un poquito añeja.

En el siglo XXI el cuento de los medios está estudiado y requete estudiado. Además está comprobado. Se sabe que al publicar algo en un diario pasa algo. Se sabe que aunque sea una mentira, si la leen miles de personas provocas algo. Se sabe y se hace uso de todo esto.

Al igual que nuestro gobierno –y lo bonito es que van a leer esto-, donde juran que tienen un manejo comunicacional excepcional, donde sale la vocera a mentir o a manipular la verdad para tranquilizar al público, pero se le nota tanto su intención detrás del discurso, que le juega en contra; de la misma manera, en nuestro país contamos con ejemplos de dos diarios horrendos: El Mercurio y La Tercera. Para la marcha de estudiantes, esa misma que se describió como la más grande desde 1988, esa misma que anunciaba alrededor de 200 mil personas en la calle, en aquellos diarios tradicionales fue publicada con “más de 50 mil personas”. Y bueno, el caballero que controla el capital del país lee eso, íntimamente sabe que es una mentira, pero se queda tranquilo: qué bueno, no fueron tantos. Terra no se queda atrás cuando publica sólo los desmanes; está bien, los hubo, puede ser noticia, pero la manifestación también lo es y no para ellos.

La televisión tampoco se sale del esquema. Dicen lo que quieren, muestran lo que quieren, protegen a quienes mandan y le deben una fidelidad ridícula a quienes pagan sus sueldos y se roban, constante y generalmente, al país.

Vivimos rodeados de medios que juran de guata su objetividad, tratan de implantaarnos la idea de que lo que ellos dicen es lo que está pasando. Así, tratan de manipular nuestra forma de pensar y se convirten en una herramienta de los que tienen los billullos para controlarlos.

William Burroughs tenía razón, claramente reproducir publicamente ciertas cosas, como las intimidades de los personajes, es un arma. Lo que le faltó aclarar es que el hecho de no reproducirlas, puede ser peor.

Original en La Pollera