Camino al infierno

Camino al infierno

22 Junio 2020

Las religiones han jugado un rol muy importante como guardianes de la tradición, pero por distintas razones su influencia se ha estado diluyendo lo que, sumando al racionalismo y al utilitarismo, amenaza desde algún tiempo el marco normativo sobre el que descansa nuestra civilización.

Robert Weissohn >
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En los tiempos refundacionales que vivimos, es oportuno recordar que las principales instituciones que norman y regulan nuestro comportamiento en sociedad son de origen espontáneo.

En efecto, el lenguaje, el mercado, el dinero, el derecho y la moral no fueron creadas por alguna mente humana o un grupo de pensadores iluminados, sino que son el fruto de un largo proceso evolutivo, en el que se fue absorbiendo el aporte que desde el inicio de los tiempos vienen haciendo personas de diferentes generaciones.  

Cuando por fin pudimos dejar atrás nuestros instintos como única base de convivencia, los distintos grupos humanos fueron construyendo sus propios marcos regulatorios de convivencia. Unos resultaron mas efectivos que otros, por lo que naturalmente se fueron seleccionando las pautas de conducta más exitosas que se extendieron por medio de la imitación y el aprendizaje. Así se formó la tradición, que no es estática, sino que sigue experimentando cambios con el aporte de cada nueva generación. Esa gradual sustitución de las respuestas innatas por respuestas aprendidas es lo que nos distingue de los animales.

Las normas de conducta son restrictivas (“no se puede hacer tal cosa”) y chocan con nuestros más arraigados instintos, lo que alimenta un continuo conflicto contra esas “represivas e inhibitorias tradiciones morales”. Las religiones han jugado un rol muy importante como guardianes de la tradición, pero por distintas razones su influencia se ha estado diluyendo lo que, sumando al racionalismo y al utilitarismo, amenaza desde algún tiempo el marco normativo sobre el que descansa nuestra civilización. 

El desafío surge desde individuos muy cultos e inteligentes, que por lo mismo sobre valoran la razón y desprecian la tradición. No consideran que el entramado normativo que heredamos incorpora la información, experiencias y conocimientos de toda la humanidad que nos ha precedido y sobrepasa por mucho su capacidad de comprensión.  Desconocen que es precisamente nuestra sumisión a esas molestas normas lo que hace posible el orden de cooperación social y pretenden rediseñar todo nuevamente desde cero, agregando el calificativo de “democrático” para vencer resistencias.

Cuentan para ello con el apoyo de las masas impulsivas, siempre disponibles para eliminar barreras que les permita desplegar sus instintos mas básicos. Sufren lo que Hayek denominó la “fatal arrogancia” de considerar que ellos son más capaces que toda la humanidad que los ha precedido seleccionando aquellas conductas que mejores resultados han dado. Pretenden diseñar u organizar desde cero cualquier área del entramado de interacciones humanas que constituyen el mercado y la sociedad, como es el caso de imponer el reemplazo total de la Constitución. 

El profesor de derecho de la Universidad de Chile Claudio Palavecino, nos ha advertido que “la tragedia de Chile es que cada vez hay más soberbios o ilusos que creen que el paraíso en la Tierra se alcanza con un buen plan y mucha voluntad. Pero ese ha sido siempre el camino al infierno”.