Opinión: "Voluntad popular y la supuesta democracia partidista"

Opinión: "Voluntad popular y la supuesta democracia partidista"

24 Diciembre 2015

Los elegidos comúnmente tienen poco de representativos y si decimos las cosas como son, los candidatos cuando se transforman en autoridad, parlamentarios o gobernantes, pierden la capacidad de reproducir los intereses que dicen representar.

Andrés Gillmore... >
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La política partidista desde siempre ha tenido dos caras, la pública y la privada; la nueva ley de partidos políticos es redundante en eso mismo y lo refleja que la cámara baja despacho sin problema alguno la nueva ley de partidos políticos y fue apoyada por 97 diputados que vieron en la nueva ley la oportunidad de seguir con vida. Según los partidos tradicionales que la mayoría de los 97 son parte, -la nueva ley  fortalece el carácter público y democrático de los partidos políticos y facilitará su modernización. Pero del lado contrario, de los partidos emergentes y de aquellos que queremos renovación y descentralización, indudablemente no nos deja conformes bajo ningún punto de vista, sobre todo si consideramos que se elevó de un 0.25 a un 0.50 la cantidad de afiliados necesarios para constituir partidos en regiones y que además estos van en relación directa con la cantidad de sufragios emitidos en la última elección de diputados y que los posibles nuevos partidos, deben contar con un mínimo de 500 inscritos, que en regiones es un despropósito, sobre todo en las extremas. La exigencia de un padrón nuevo de inscritos al no aplicarse a los llamados tradicionales, claramente favorece a los mismos de siempre y se opone a una renovación real en la representación partidaria.

Con todo esto es importante entender que la democracia en sí mismo no es un formato perfecto  y  sirve más que nada para defender la soberanía de la ciudadanía y el derecho irrenunciable de elegir y controlar a los gobernantes y que todos los miembros de la sociedad tengan de algún modo una representación justa y honorable. La voluntad popular como fenómeno ideológico se sustenta en la búsqueda de un objetivo que la mayoría de las veces es muy subjetivo, entendiéndose que los partidos políticos se mueven por racionalidades que no son del todo claras y bajo una diversidad de conceptos, que en muchos de los casos son meras ilusiones interpretativas, extrapoladas en candidatos y partidos políticos, que la mayoría de las veces no reúnen las condiciones mínimas que buscan los votantes y que invariablemente nos pueden hacer creer que podrían solucionar nuestros problemas, cuando en verdad, a lo más podrán marcar un camino interpretativo de lo que los votantes quieren y con algo de contenido estratégico, el resto es demagogia pura. Lo que verdaderamente pavimenta las ilusiones de los votantes son reglas claras, una eficaz fiscalización y una constitución de acuerdo con los intereses de todos y sobre todo, que los elegidos trabajen con ética y sabiduría a la hora de representar y decidir.

Comúnmente y sobre todo en países como el nuestro, emergentes como nos denominan en la actualidad las potencias (para no herir nuestros sentimientos subdesarrollados) los candidatos más que nada entran al ruedo por fundamentos aspiracionales muy propios y no por el concepto social de aportar a la sociedad como suelen decirnos los candidatos, o como nosotros ciudadanos ilusos podríamos pensar o queremos creer. Los candidatos en la actualidad ven en la política una profesión y se involucran por la posibilidad de obtener dividendos propios; las ansias de poder, tomando la política como un instrumento, es lo que a fin de cuentas les permite obtener notoriedad y remuneraciones cuantiosas; lo que se denomina en sociología como el estatus simbólico de lo político ante la sociedad, para lograr fines propios bajo un prisma social.

Los elegidos comúnmente tienen poco de representativos y si decimos las cosas como son, los candidatos cuando se transforman en autoridad, parlamentarios o gobernantes, pierden la capacidad de reproducir los intereses que dicen representar. Si nos fijamos bien eso se ve reflejado en que todos llegan al poder con mayoría y terminan gobernando con minoría, por las distorsiones complejas que tienen las incidencias de las verdaderas intenciones del oscuro lenguaje político, distorsionando los objetivos y sobre todo escondiendo los verdaderos intereses del “supuesto compromiso social” ante los diferentes intereses que dicen representar y que supuestamente deberían definir las preocupaciones gubernamentales y  que determinan las diferentes estrategias de desarrollo.

No basta para ser un político eficiente tener las capacidades intelectuales requeridas, o pertenecer a un determinado grupo social con acceso al poder para entrar al sistema político; lo que marca la diferencia en positivo son la financiación y las motivaciones individuales que lo llevan a ambicionar un cargo público y la posibilidad de actuar con decencia y honestidad, comprometiéndose con los intereses aspiracionales de segmentos de la sociedad que no le pertenecen, que no le interesan y que solo defiende y representa para lograr el objetivo.

En estas variables simples pero radicales se sustenta la complejidad de la problemática del poder en democracia y su relación con la política ante las diferentes organizaciones sociales que componen la sociedad, sobre todo si entendemos que las ideologías políticas y los partidos políticos son un escondite ideológico de lo que verdaderamente representan y como toda ideología, tiene a su haber un mundo oscuro y subterráneo que no conocen los votantes y que los mismos miembros lógicamente no quieren dar a conocer (que se conoce como la cocina).

Lamentablemente en muchas sociedades y en eso en Chile somos pioneros, el concepto de democracia ha sido utilizado como estrategia de masas, para que unos pocos puedan manipular a muchos; proceso que con el tiempo nos ha  transformado en una sociedad consumista por definición, sustentados en la falsa creencia que en el consumo encontraremos la satisfacción y por ende una democracia más participativa. En este falso argumento fundamental y totalmente desproporcionado de lo que debe proyectar una democracia, se ha enconado gran parte del problema que vivimos en la actualidad, de no saber relacionarnos con la codicia, ante la colusión de los engranajes políticos con los grandes empresarios para sacar ventajas comparativas y administrar el poder, de la inocencia social ante la supuesta búsqueda de la felicidad democrática, en una sociedad muy confundida y sin un liderazgo que permita lograr el objetivo.

Un elemento clave de la democracia es el vínculo social con el bienestar y la seguridad social, que fundamentan la calidad de vida y entregan diversidad a las funciones estratégicas de desarrollo, que a su vez sostienen la solidaridad social como variable vital para la armonía cultural en la búsqueda de la democracia representativa. En la actualidad la democracia propiamente tal, no ocupa un lugar preponderante y central en la toma de decisiones y como principio fundamental del debate político, dejando de lado la calidad ambiental y social del entorno territorial en donde se desarrollan las comunidades, que es lo que a fin de cuentas sustenta la democracia y la proyecta.

La educación democrática se ha convertido en una estrategia eficaz para la obtención de un desarrollo pleno, participativo y sustentable de la sociedad, que va mucho más allá del reciclaje de las estrategias, que dependen de la actualización de los conocimientos y de la asimilación de los conocimientos como una herramienta eficaz y constitutiva para entender y posteriormente tener una democracia real.

La educación en todos sus estamentos es determinante para el desarrollo social a través del conocimiento y de la multiplicidad de oportunidades que entrega el verdadero aprendizaje; pero si no contamos con una colaboración entre el mundo público, político, comunitario y privado, con evaluaciones permanentes, debates públicos transparentes, solidarios y autónomos bajo un solo objetivo, los fundamentos se pierden y destruyen la esencia misma de la democracia que queremos y que buscamos tan afanosamente.

El desarrollo sustentable y la proyección política de un país, debe saber interpretar la explotación de los recursos naturales con armonía y sustentabilidad, bajo ningún supuesto debe destruir el entorno como un fin.  Debemos desarrollarnos políticamente bajo una perspectiva productiva de largo plazo de lo que significa la vida en comunidad, predisponiendo la búsqueda de una democracia para todos y no solo para algunos.