[Opinión] A falta de pan, buenas son las tortas

24 Diciembre 2017
Escuchando el discurso de corte moderado luego de saberse electo, Piñera demostró una madurez que no le conocíamos y ciertamente inesperada para muchos, entendiendo que en números reales que lo eligió Presidente el 25% de los chilenos, ya que solo votó el 48% de la ciudadanía.
Andrés Gillmore... >
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Si analizamos objetivamente por qué Sebastián Piñera llegará a la Moneda en marzo del 2018, no hay que buscar explicaciones rebuscadas como muchos han querido hacer, o que todo se debió al voto del "facho pobre" que hacen mención los comunistas, o que los partidos políticos de la Nueva Mayoría no hicieron su pega, o porque no se hicieron primarias, o porque en el último debate televisivo se vio un Piñera más empoderado ante un Guillier disminuido. La razón fundamental es que la campaña de Chile Vamos estuvo orientada más de acuerdo con las necesidades de cada región y que, a la postre, les significó marcar una diferencia sustantiva de forma y fondo en comparación con lo que ofrecía el candidato Alejandro Guillier; en un electorado que entendió que, a falta de pan, buenas son las tortas.

Las elecciones no las ganan las mejores ideas o los mejores programas, las ganan los discursos que van al meollo de las necesidades de la gente. El equipo de campaña de Chile Vamos después de la primera vuelta entendió y adaptó el discurso a esas necesidades, demostrando toda la experiencia adquirida en la campaña del 2009. Tanto fue así, que logró más votos que la misma Presidenta Michelle Bachelet en el 2013 y con la capacidad de proyectar un discurso que hizo mella en la ciudadanía que, nos guste o no, quiere continuar con el modelo de economía de mercado.

En el mundo político chileno tan centralista y poco realista, suele creer que todo lo que se dice y se hace en Santiago es la norma con que deben ajustarse las necesidades del país. No ha entendido como corresponde todavía que en la actualidad es más imprescindible que nunca, entender que las regiones están oprimidas por los intereses del mundo político-empresarial y luchan desde hace rato por sacarse la camisa de fuerza con que el modelo oprime su proyección de desarrollo. Esto explica por qué Chile Vamos sacó ventajas comparativas en las regiones del norte que comúnmente es reducto de la izquierda desde comienzos del siglo 20, por los hechos acontecidos en la escuela Santa María de Iquique; allí donde el mismo Alejandro Guillier, nacido y criado por esos lados y elegido senador hace cuatro años, no pudo alzarse con la victoria como esperaba.

El equipo de Chile Vamos entendió que aunque en Santiago el tema migratorio es tabú, en el norte complica y, querámoslo o no, se ha tornado un tema gravitante en la rutina de esas comunidades. Piñera, ni tonto ni perezoso, prometió ir por una ley migratoria moderna y regularizar el tema, a sabiendas que el gobierno de la Nueva Mayoría prometió presentar una ley, pero no tuvo la capacidad de cumplir. Además, Guillier no quiso tocar el tema durante la campaña por sus complejidades y en eso su campaña perdió sustento social de acuerdo con la realidad regional. Piñera también abordó y sin preámbulos en su recorrido nortino la crisis minera, que todos sabemos no está pasando por un buen momento y donde nuevamente el gobierno de la Nueva Mayoría no tuvo la capacidad de presentar opciones. Nuevamente Guillier no tuvo la capacidad de ver ese tema como trascendental y al omitirlo perdió sustento social.

Si nos trasladamos al extremo Austral a las regiones de Aysén y Magallanes, Guillier tuvo una ajustada mayoría (pero mayoría al fin), explicado por el mal recuerdo que dejó el primer gobierno de Sebastián Piñera, donde ambas regiones tuvieron que asimilar la peor cara del ministerio del interior de esos años. En el centro sur, Chile Vamos no tuvo tapujo alguno de enfrentar el tema de los atentados y Piñera prometió resolverlos, que era lo que querían escuchar esas comunidades y, nuevamente, la campaña de Guillier perdió trascendencia.

Escuchando el discurso de corte moderado luego de saberse electo, Piñera demostró una madurez que no le conocíamos y ciertamente inesperada para muchos, entendiendo que en números reales que lo eligió Presidente el 25% de los chilenos, ya que solo votó el 48% de la ciudadanía. Eso, en sí mismo, no puede obviarse de la posible proyección y deja pautada la esperanza cierta que, en una de esas, el gobierno de Chile Vamos sorprende y hace lo que todos esperamos de un Presidente que quiere el bien del país, tendrá la capacidad de hacer un planteamiento político-renovador y se gobernará con visión de estado para todos y no solo para algunos. Lo anterior, asumiendo los errores cometidos durante su primera administración, mejorando el trato con las regiones y se gobernara con armonía y balance, con la imperiosa necesidad de crear pertenencia y de esa manera unir el mundo empresarial con las regiones, para proyectar un medio ambiente sustentable y con proyección de futuro.

No puede ser tan difícil para un gobierno de unión como se presenta Chile Vamos, crear un modelo de desarrollo que proyecte una industria salmonera que respete las capacidades de carga y que produzcan con sustentabilidad. Debe ser posible desarrollar una minería menos extractivista que respete el medio ambiente y las comunidades, normando que los Estudios de Impacto Ambiental (EIA) no sean manipulados como hasta ahora por los intereses de las transnacionales y que los pozos de relaves no contaminen la proyección de desarrollo de las localidades, y que la industria forestal del centro sur entenderá de una vez por todas que menos es más.

Un gobierno de unión como el planteado por Chile Vamos, debe exigirle al congreso leyes que defiendan el país, en vez de proteger los intereses de las transnacionales. No puede ser tan complicado trabajar para que la calidad de la educación mejore en los establecimientos públicos, que la salud pública esté de acuerdo con los estándares de los países miembros de la OCDE y que las AFP reduzcan sus ganancias a porcentajes más aceptables.

Si tenemos la capacidad de dejar las rencillas minimalistas e ideológicas que nos imponen los intereses creados de las transnacionales -que siempre han sido tan contraproducentes-, es factible soñar con un Chile proyectado de acuerdo con las magnificas ventajas naturales que poseemos. Y que, de una vez por todas, dejemos de destruir lo que tenemos para transformarnos en lo que queremos ser y no en lo que pudimos haber sido.

Imagen: Huawei / Agencia Uno

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