Buenas conversaciones, buenos futuros
Opinión: Abstención, mayoría absoluta
Opinión: Abstención, mayoría absoluta
El ausentismo electoral es indicador del repudio general hacia quienes han gobernado en todo este tiempo y a la tan poca efectividad que han demostrado en atender las demandas de los chilenos.
Juan Pablo Cárdenas >
authenticated userSi en cada proceso electoral se respetara realmente la voluntad soberana del pueblo, los resultados debieran destacar explícitamente el número de los que se abstienen de votar, anulan su sufragio o lo dejan en blanco.Enseguida, el porcentaje de los votos que marcaron preferencia por algún candidato debiera deducirse de la cifra total de ciudadanos del registro electoral.
Sólo así sabríamos qué apoyo efectivo tienen los candidatos electos que se constituirán, luego, en los municipios, el Parlamento o en La Moneda. Cuando los comicios pasan, es habitual que quienes resulten elegidos se ufanen de su respaldo popular, cuando en realidad a su apoyo debieran descontar el 40, el 50 o el 60 por ciento atendiendo las cifras reales del ausentismo electoral.
Un sistema que dé cuenta de la actitud de los que no votan serviría para dejar de abochornar más a quienes en la primera vuelta presidencial obtuvieron cifras de menos del 2 o 3 por ciento, a ver si con ellas buscan otros derroteros políticos que insistir en organizaciones de muy escuálida representación ciudadana. En este sentido, parece absurdo que las encuestas se hayan consolidado en nuestro país como instrumentos más efectivos y reveladores de la opinión pública que los resultados de estas elecciones que solo concluyen en reconocer el voto de los que concurrieron a las urnas, aunque en su conjunto son muchos menos que los que se quedaron en sus casas.
Las dos últimas convocatorias electorales desplegaron una cantidad nunca vista en Chile de competidores, además de un dispendio propagandístico multimillonario. Pero ni así motivaron siquiera el sufragio de la mitad de los ciudadanos. Y la situación en la segunda vuelta electoral resultó todavía más dramática con ese 60 por ciento de chilenos renuentes a ejercer sus derechos cívicos, lo que en realidad deja a toda la clase política, y en particular a la Presidenta Electa, en una difícil situación de representatividad.
Más allá de que nuestra Ley Electoral le reconozca el triunfo, lo cierto que en cuanto a un real respaldo ciudadano tanto ella, los partidos que la apoyaron y todos los que perdieron han recibido el desdén de la amplia mayoría de la nación. Menos mérito y solvencia tienen, todavía, los diputados y senadores electos bajo un sistema electoral cuestionado ampliamente por el país por excluyente y forzar resultados que solo reconocen a las dos primeras mayorías dentro de un universo muy variado de opciones políticas.
Obviamente que quienes se abstuvieron tuvieron muy diversas razones para no sufragar. Sin embargo, es innegable que en esta actitud no hay sólo desidia, ignorancia o pereza cívica. En veinticinco años de posdictadura, poco o casi nada se ha avanzado en consolidar democracia y un orden institucional refrendado por el pueblo; lo cierto es que el ausentismo electoral es indicador del repudio general hacia quienes han gobernado en todo este tiempo