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Cristianismo e Israel, una relación de amor y odio: Reflexiones para Navidad

25 Diciembre 2010
El fundamentalismo cristiano se ha convertido en un fuerte aliado de Israel en América. ¿Hasta que punto es sostenible la contradicción entre cristiandad y ocupación?.Por Sergio Zerené Harcha.
Sergio Zerené Harcha >
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Es Navidad, millones de cristianos en todo el mundo se preparan para conmemorar el nacimiento del niño Jesús que tuvo lugar en la antigua Palestina hace 2010 años. Sus villancicos, cartas y oraciones evocan constantemente lugares como Belén, Nazaret y Jerusalén, dónde nació, creció y murió el palestino Jesús y dónde se encuentra la primera iglesia cristiana de la humanidad, que llevó luego el mensaje a Europa y al resto del mundo.
Lamentablemente, en estas fechas no todo es alegría para los cristianos de Palestina, descendientes directos de la primera comunidad cristiana del mundo fundada por el propio Jesús en persona. En efecto, la ocupación militar foránea ha hecho que la vida para los habitantes de Palestina sea insufrible, sufrimiento que comparten de igual a igual con los palestinos musulmanes, pero que ha impactado de distintas maneras en ambas comunidades.
Los palestinos cristianos han pasado de ser un 20% de la población total de Palestina a sólo un 1,5% debido a la ocupación israelí, que los ha forzado a emigrar a lugares más tranquilos como Chile. Tradiciones milenarias de la cristiandad han sido aplastadas por la potencia ocupante, que ha dividido a las ciudades hermanas de Jerusalén y Belén con un Muro de hormigón de 8 metros de alto que busca separar y segmentar a la población. Este monstruo ha impedido a los betlemitas celebrar las procesiones para llegar a la ciudad santa de Jerusalén durante la Fiesta de Mar Elias (San Elias) y la fiesta de la Virgen María que se celebran tradicionalmente en agosto.
A todo esto hay que sumar el régimen de Apartheid impuesto por Israel en los Territorios Ocupados, dónde los palestinos son privados de sus derechos más básicos inherentes a la condición humana.
Pero, ¿cuál ha sido la postura que han adoptado los cristianos en relación al sufrimiento impuesto al pueblo palestino? Afortunadamente y en concordancia con la doctrina que profesan, las principales iglesias del mundo han abogado por el cese de la ocupación sionista de Palestina y el respeto al derecho fundamental de autodeterminación del pueblo palestino. Así queda de manifiesto en la postura que tradicionalmente ha tenido la Iglesia Cristiana Griega Ortodoxa, a la cual pertenecen la gran mayoría de los palestinos cristianos.
Del mismo modo, la Iglesia Católica se ha manifestado recientemente a través de un comunicado del Sínodo de Obispos sobre Medio Oriente, en orden a la necesidad de aplicar las resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU para permitir el derecho a la libre determinación al pueblo palestino, que en sus propias palabras “sufre las consecuencias de la ocupación en la falta de libertad de movimiento, el muro de separación y la barrera militar, los prisioneros políticos, la demolición de casas y la perturbación de la vida económica y social de miles de refugiados”.
Desafortunadamente, también existen esos “otros cristianos”, básicamente miembros de iglesias evangélicas, que debido a una lectura errada de la Biblia se han convertido en aliados incondicionales del Sionismo y de Israel.
La comunidad cristiana fundamentalista, especialmente de Estados Unidos y Latino América representada principalmente por los evangelistas que aparecen en televisión, creen que el Estado de Israel es parte del plan de Dios. En este sentido, proponen un orden cronológico de hechos que son parte de la voluntad divina y que estarían aconteciendo en nuestros días, a saber: las plagas, los sufrimientos y las guerras; luego la reconstrucción del Templo y la llegada del Anticristo; finalmente el segundo advenimiento del Mesías y el Armagedón, combate final entre el Bien y el Mal en la ciudad palestina de Jerusalén. Los Justos serán entonces transportados en “éxtasis” al Cielo. Los dos tercios de los judíos se convertirán, mientras los otros serán eliminados o condenados para la eternidad. Si bien parece una visión retorcida e ilógica, es seguida por millones de personas en todo el mundo que creen ciegamente en ella.
El fundamentalismo evangélico protagonizó un radical viraje desde el antisemitismo al antiislamismo, que comenzó a gestarse a fines de la década de los 70. Los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001, o mejor dicho el autoatentado a las Torres Gemelas, fue interpretado como el cumplimiento de una profecía bíblica y vino a reforzar esta alianza entre fanáticos cristianos y judíos, basada en las profecías del Apocalipsis. De esta manera, el Islam fue designado como el nuevo imperio del mal reemplazando al comunismo.
Un ejemplo notable de esta nueva tendencia: en septiembre de este año una iglesia evangélica de Florida llamada "Alcanzar un mundo de paz" organizó un "día internacional de quema de Coranes" el 11 de septiembre, para conmemorar el noveno aniversario del ataque al World Trade Center con la finalidad de enfrentar a lo que ellos denominan "el demonio del Islam".
El tradicional antisemitismo cristiano que venía del protestantismo de Lutero había quedado atrás, dando paso a la nueva era de la islamofobia.
Así comenzó una relación simbiótica y casi parasitaria entre Israel y las comunidades cristianas fundamentalistas, que se han convertido en uno de sus aliados más fuertes dentro de los Estados Unidos. Se trata ciertamente de cristianos-sionistas que creen estar bendecidos por el hecho de aliarse con el Estado de Israel, no siendo suficiente una mera alianza con Dios. Incluso han llevado a cabo con cierta habitualidad campañas “solidarias” para recaudar fondos para el Estado sionista. Así por ejemplo, el denominado “Fondo de la amistad” (ONG evangélica) anunció una donación de 45 millones de dólares a la Agencia Judía, entidad sionista encargada de la colonización y administración de tierras en Palestina.
Por el otro lado, nos encontramos con que el Estado de Israel beneficia a los pastores que hablan en su favor con premios y condecoraciones, como el premio que le hiciera la Organización Sionista de EE.UU. al ex antisemita, pastor Pat Robertson, en 2002 por su lealtad a Israel.
Ahora bien, ¿cuáles son los argumentos bíblicos que esgrimen los fundamentalistas a la hora de tomar bando por Israel y que son lo suficientemente fuertes como para ignorar y hacer vista gorda de la brutal ocupación militar que ejerce ese país en Palestina y los consecuentes impactos que ha tenido en la población?
Los fundamentalistas creen que el pueblo judío es el pueblo escogido de Dios, lo cual les otorgaría una especie de cheque en blanco para actuar en completa impunidad. Sin embargo, esta afirmación es completamente falsa y errónea.
Los “israelitas” que menciona la Biblia y que vivieron cerca del año 1200 AC nada tienen que ver con los actuales “israelíes”, que son los ciudadanos del Estado sionista de Israel. En efecto, los actuales israelíes son en su mayoría judíos ashkenazis, es decir, europeos conversos a la religión judía que no han tenido nunca un vínculo sanguíneo con Abraham ni con Palestina, por lo que difícilmente podrían considerarse descendientes de los israelitas bíblicos y aún menos “semitas”. Por tanto, el antiguo Reino de Israel que menciona la Biblia y que sólo duró pocos siglos, no guarda ninguna relación con el actual Estado sionista de Israel, que es un Estado ficticio fundado por foráneos a través de la usurpación de territorios y la limpieza étnica.
Por otro lado y desde una perspectiva estrictamente cristiana, tampoco es admisible considerar al “pueblo judío” como el pueblo escogido de Dios, situación que Jesús vino a cambiar radicalmente. El mensaje de Jesús era para todos aquellos que vieran en él al Mesías y no sólo para los judíos. Con Jesús el concepto de “pueblo elegido” se hizo extensivo a toda la humanidad y no ya sólo al pueblo judío, siendo el mínimo común denominador la fe en Cristo sin consideración racial alguna: "Si pertenecen a Cristo, entonces son realmente descendencia de Abraham y herederos respecto a una promesa" (Gálatas 3:29). A contrario sensu, aquellos que niegan a Jesús no serían parte del pueblo elegido desde el punto de vista del Nuevo Testamento, de modo que se excluiría automáticamente a los judíos.
A diferencia del Judaísmo, tanto cristianos como musulmanes están contestes en atribuir a Jesús o Isa (como lo llaman los musulmanes) su calidad de profeta de Dios. Los judíos, en cambio, creen que Jesús era un impostor y siguen todavía esperando la llegada del Mesías, razón por la cual no formarían parte de esta Nueva Alianza celebrada por Jesús. Es más, la misma Biblia les reserva el calificativo de “Anticristo” a quienes niegan a Jesús: "¿Quien es el mentiroso, sino el que niega que Jesús es el Cristo? Él es el Anticristo" (1° Juan 2:23). En conclusión, resulta inadmisible para un cristiano creer que el pueblo judío, a pesar de su rechazo a Jesús, pueda conservar aún su calidad de “pueblo elegido”.
Por otra parte y ligado con lo anterior, está el argumento de la “tierra prometida”. La posición de la Iglesia Católica es clara al respecto. El Arzobispo Cirilo Salim Bustros, quien actualmente encabeza la Iglesia Católica Oriental en EE.UU. y que presidió el Sínodo de Obispos sobre Medio Oriente, señaló en declaraciones recientes que "las Sagradas Escrituras no se pueden utilizar para justificar el regreso de los Judíos de Israel y el desplazamiento de los palestinos, para justificar la ocupación por Israel de tierras palestinas". Así mismo, dijo que las promesas originales hechas por Dios a los hijos de Israel "fueron anuladas por Cristo. Ya no hay un pueblo elegido".
Evidentemente, nunca va a ser válido invocar textos de fe para resolver una controversia jurídico-política, ya que uno de los principios de la fe es la adhesión libre de los creyentes a ella no siendo legítimo imponerla a otros. Es absolutamente ridículo y carente de sentido invocar un texto de más de 2000 años para justificar una controversia jurídica actual, ningún tribunal en el mundo aceptaría al Antiguo Testamento como fuente de un derecho de dominio sobre un territorio, menos aún cuando esa fuente es sólo válida para quienes creen en ella. Por eso resulta tan difícil entender que los cristianos fundamentalistas, más allá de que crean o no que Palestina es la “tierra prometida”, no tengan reparo en imponer una interpretación que vulnera violentamente el derecho del pueblo palestino a su tierra, jurídica e históricamente consolidado.
Pero no todo es negro. Así como existen evangélicos sionistas, existe una minoría de ellos que se declara abiertamente pro-palestinos y que promueven movimientos ecuménicos para acercar a cristianos, judíos y musulmanes. El pastor evangélico Dr. William Baker, Ex profesor de Historia y Estudios Bíblicos, es uno de ellos. Fundador y presidente de una organización llamada “Cristianos y Musulmanes por la Paz” o CAMP por sus siglas en inglés, que busca unir a ambas comunidades. Su interés en Palestina surgió desde niño al descubrir las tremendas similitudes entre la fe cristiana y el Islam, luego de leer el Corán. Ha objetado no sólo a nombre propio, sino en nombre de más de 115 a 120 millones de cristianos en el mundo, las injusticias y engaños de Israel y de aquellos que se hacen llamar “cristianos” que lo apoyan.
A 2010 años del nacimiento del palestino Jesús bajo la ocupación romana de Palestina, su pueblo sigue viviendo bajo una ocupación extranjera, esta vez la sionista-israelí. ¿Hasta que punto algunos seguidores de Jesús han falseado su mensaje?.

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