Vergüenza ajena

Plop, quiero entenderlo en el sentido que se llega a un límite y se rompe algo. Un lugar de frontera. De catarsis y análisis. Digo, un punto de inflexión a partir del cual todo el país se pregunta ¿por qué hemos llegado a esto? Las respuestas son muchas. Voy a comentar tres.
Una tiene que ver con el escenario histórico en el cual estamos. Concluida la transición, las promesas básicas que nos hicimos, todos, han ido quedando en el camino. La idea de otro Chile más amable, más amigo, más de hermanos, se ha difuminado en manos de quienes nos lideraban. Hemos instalado en el poder a demócratas que, unos más y otros menos, son sombras del pasado régimen. Digo, herederos de la forma de ejercer el poder. Se ha instalado un nepotismo democrático al cual la mayoría del país reclama. No queremos más de esto.
Se ha producido en nosotros los chilenos un cambio interno, que los políticos tradicionales, obnubilados por las gracias del poder, no perciben. Fieles exponentes de este cambio interior, digo de mutación de conciencia que ha ocurrido en nosotros, fue el movimiento de Los Pingüinos. Allí se dijo que hay otro país, un país que los políticos tradicionales no habían visto. O no querían ver.
Veamos ahora otra posible respuesta al “jarrazo de agua”, que de ninguna manera justifico. Vamos al grano.
Si tú no ves al otro, sólo te ves a ti mismo. Y si sólo te ves a ti mismo, jamás te vas a poner en la situación del otro. Incluso, para ti, pueda que el otro ni siquiera exista. Y nuestra primera tarea, nuestra primera pega de humanidad, es ir en camino del otro. Quienes sentimos ese deseo de ir a su encuentro, de ir en camino de ese supremo acontecimiento, lo hacemos porque sabemos interiormente que el otro existe. Vamos hacia allá. Caminamos hacia allá. Porque lo importante es encontrarnos. ¿Para qué? Para salvarnos, elevarnos como seres humanos. Para dialogar.
Y dialogar es sernos mutuamente responsables. En consecuencia, quienes ejercen el poder, cualquier instancia de poder, deberían entender, como necesidad elemental, que el sernos responsables del Otro, es un deber ético fundamental, acaso el primero. Porque hay quienes no nos ven y/o nos ven mal, distorsionados. Y tienen de nosotros una imagen falsa, marcada muchas veces de arrogancia, prepotencia, y hasta de desdén. Y, a veces, desprecio. ¡Cuidado, porque de aquí vienen esas razones sin razón que hacen del irrespeto y la falta de consideración, primas gemelas de la pérdida de aquello que llamamos Dignidad, sello intransable de cada ser humano!
Y lo último. Todo lo anterior es un proceso. Historia en desarrollo. Algo está ocurriendo en nuestro país. Ha cambiado el mundo. También ha cambiado Chile. Vamos hacia un lugar nuevo y diferente. Que las experiencias acumuladas a lo largo de nuestra historia nos sean útiles para comprender el lugar hacia el cual vamos caminando, y que sea el mejor, con rumbo cierto.
Pero jamás debemos olvidar que todo diálogo comienza por el respeto del Otro. Que no haya irrespeto para nadie, es la idea. Que nos entendamos. Que veamos al Otro, porque las mejores causas suelen perderse por conductas, actitudes y respuestas inadecuadas. Estamos viviendo un tiempo de país donde eso que llamamos respeto está a la baja. Hay un clima de autosuficiencia, ceguera y matonaje impropios para un país que quiere la justicia y la paz para todos.
Sentimos vergüenza ajena por el “jarrazo de agua” lanzado al rostro de la Ministra de Educación, en un acto donde se supone la Educación Pública es lo primero. Todo el mundo vio la bochornosa escena. Y el mundo se pregunta: ¿Qué pasa con la Educación en Chile? ¿Cómo es? ¿Cómo son sus profesores y estudiantes? ¿Hacia dónde va, a qué aspira, quién la paga?
Repensar el Estado, repensar el Proyecto de País que queremos, es la pega tuya y mía , del Otro. De nosotros los chilenos, en primer término.Y, que conste, bien lo sabemos: la violencia, venga de donde venga, no sirve para este oficio. A unos y a otros tenemos que decirles que la desesperación no es buena consejera. A unos y a otros tenemos que decirles que se cosecha lo que se siembra.
Disculpe, usted señora Ministra, porque la vergüenza la hemos pasado todos.