Los primeros pobladores humanos fueron cazadores y/o recolectores nómades que dependían de los recursos terrestres existentes. El sedentarismo es la forma más reciente de población humana en la cual una sociedad deja de ser nómada para establecerse de manera definitiva en una localidad determinada a la que considera como suya. El proceso entre el nomadismo y el sedentarismo comenzó en el neolítico o revolución agrícola hace aproximadamente 10 mil años de manera generalizada en todos los continentes.
Como podrán ver el ser humano una vez más se ha dejado influenciar por la necesidad de alimentarse y obtener todos los recursos necesarios para su sobrevivencia. Es por ello que al igual que antaño hoy hemos de salir a nuevos lugares tratando de buscar lo que en nuestras latitudes no encontramos.
Hace un par de semanas nos aventuramos a ser unos nómades culinarios buscando sabores fuera de Valdivia. En nuestro recorrido llegamos a un impensado lugar que nos trajo más sorpresas de las esperadas.
Llegamos a Osorno. Un día de copiosa lluvia que apenas nos dejaba ver el camino entre el agua que azotaba los parabrisas del auto. Habrá sido este trayecto el que nos abrió el apetito esperando probar ricos platos.
Burgués y Bohemio se llama el restaurant ubicado a unas cuadras del centro de Osorno en la calle Manuel Rodríguez. Una apuesta gastronómica de vanguardia que sorprende con la calidad de sus productos y la sencilla e inteligente carta que combina sabores de tierra, mar y cordillera.
Tengo la sensación que cada día nos dejamos tentar por la rimbombancia del lenguaje que utilizan algunos lugares para referirse a preparaciones que ostentan con ser delicatessen o de gustos refinados. En este lugar eso no ocurre. "Al pan, pan y al vino, vino" como dicen mucho por ahí. Cada uno de los nombres de los platos atiende muy bien al contenido del mismo y, por supuesto, confirman su calidad.
Cuando llegamos y decidimos dejar de ser nómades, ad portas de ubicarnos en un espacio definitivo, el primero en recibirnos fue su dueño: Juan Pablo Rosales, un hombre joven, visionario y tremendamente cálido, lo cual te hace sentir como en casa. Gran gusto me daba verlo cuando, con preocupación, se acercaba a nuestra mesa para verificar si estaba todo en perfectas condiciones. Es agradable ser atendido así, cuando el dueño de casa o los meseros, sin ser un edecanes presidenciales, están atentos a cualquier solicitud o petición que hagan los comensales.
Después de tan poco esperado recibimiento nos adentramos en el placentero mundo de comer.
Esta vez nos atrevimos con una tilapia en salsa de machas. Una deliciosa novedad, dado que es un pez de carne suave y fácil fileteado, pocas espinas y olor que compite cada vez más con el salmón y el camarón, que dominan la industria de la acuicultura. Diría que son pocos los lugares en el sur de Chile que tienen este pescado y debo confesar que no pensé jamás encontrarlo en Osorno. Mayor fue mi sorpresa cuando lentamente metía uno de los bocados a mi boca acompañado de esta salsa.
Pero con eso no bastaba, por que la debida calefacción del lugar, que por lo demás se agradece por estos días, me invitaba a probar algo fresco.
Ya bastante cansada de las típicas ensaladas surtidas que la mayoría de los restaurantes ofrece para acompañar alguna carne, Burgués y Bohemio llama la atención por la combinación de ingredientes que convierten una ensalada en un espectáculo digno de imitar.
Yo preferí la de peras con endibias, todo cubierto con salsa roquefort y lluvia de uvas, nueces y cebolla morada. Endivias con queso son una de mis debilidades y también uno de mis placeres culpables, porque si la suma de hojas verdes es algo liviano, no podemos afirmar que sea lo más sabroso, por lo mismo es que los quesos y las salsas con algo de contenido graso se unen tan bien estas ensaladas.
A estas alturas del partido la dieta estaba bastante lejos de ser alcanzada así que seguimos tentándonos y dejando que el dios Baco se apoderara de nuestras mayores debilidades.
Probamos unas brochetas de camarón y ostiones. A simple “lectura” podrían parecer bastante comunes, más su presentación es un lujo. No bastan con que estos frutos de mar estén salteados, sino que rebozados y fritos en fideos de arroz. Además de aportar crocante a la preparación hacen perfecta combinación con la suavidad de tan vilipendiados productos.
Si bien el lugar no es muy grande, ya que cuenta con una capacidad para unas 34 personas, la perfecta ubicación de sus mesas lo hace ver más amplio. Ni hablar de la barra que tienen al centro de lugar donde todos se sientan después de comer a tomar algún bajativo.
La carta de vinos no deja indiferente a nadie. Presenta cepas y viñas que podrían escapar del presupuesto, donde el chileno no generalmente suele pagar por una botella, pero para darse un gusto vale la pena el esfuerzo.
Ni siquiera terminábamos de comer y noté que el lugar se completó. Cada una de las mesas estaba rodeada por varios comensales, en su mayoría adultos jóvenes, que luego del trabajo deciden probar las exquisiteces de este lugar.
No podía despedirme antes de esta columna sin antes otorgar una buena cuota de dulce como guinda de la torta.
La gula terminó por ganar esta batalla y me decidí por un Panqueque Normando, una fina mezcla de masa cubierta con sliced de manzana acaramelada con bastante azúcar y algunos tonos de un licor que no alcancé a distinguir, al tiempo que una bola de helado de vainilla se posaba sobre este magistral y clásico postre.
Al igual que yo espero que sus espíritus inquietos los lleven a seguir en la búsqueda de nuevos lugares y arrancar de nuestros límites para ir probar, conocer y disfrutar de nuevos sabores y preparaciones. Igualmente deseo que no seamos sedentarios en esta tarea que recién comienza.
Desde ya extiendo la invitación a sus paladares y dejarse tentar por las nuevas apuestas que muchos emprendedores han puesto en el sur de nuestro país.